miércoles, 25 de febrero de 2009

Las Crónicas Neozelandesas. Día 3: Milford Sound


Los fiordos de Nueva Zelanda no se parecen en nada a los de Noruega, ni tampoco a los de Islandia. La verdad, no sé si es esta una verdad (valga la reluctancia) objetiva, pero es mi verdad y a fin de cuentas eso es lo importante. Aquí podría perderme en divagaciones varias sobre la objetividad y la subjetividad, sobre si tiene sentido definir una verdad objetiva o incluso si existe una realidad objetiva, pienso luego existo y cómo me gusta el pisto. Pero paso (de divagaciones y de pisto, que a estas horas de la noche repite mucho).

Los fiordos de estos tres países son diferentes en la medida en que lo fueron los viajes que hasta ellos me llevaron. Islandia, 20 años, mi primer viaje solo, pagado con el primer dinero ganado. Ilusión, cosas nuevas, tanto por descubrir, fuera y dentro. Inolvidable. Noruega, acabando la carrera, el último de mis tres Interrailes, final de un ciclo, el viaje de los de siempre, Menéndez, David, con la incorporación inestimable de Óscar, que a la postre se convertiría en un fijo, mientras yo me caía de casi todas las listas. Un verano en el que tuve la oportunidad de elegir entre tres pedazos de viajes, EEUU, Croacia, al final Escandinavia, tiempos felices, antesala de tiempos que lo fueron mucho menos. Nueva Zelanda, viaje de trabajo, mi primera charla en un congreso, el primer viaje con mi padre desde hace muchos muchos años, muchas cosas ya vistas (muchas por ver), muchas a mis espaldas, tiempos extraños.

Un fiordo es un antiguo valle glaciar invadido por el mar. Refleja la ancestral pelea entre los elementos, entre el agua y la tierra (el hielo que erosiona el valle, el mar que lo invade reclamándolo como suyo), la lucha del agua consigo misma (el mar que derrite el hielo cuando este tiene la osadía de alcanzarlo).

El camino entre Te Anau y el fiordo de Milford Sound no tiene desperdicio. Bosques, lagos, cascadas. Para muestra un botón, pongo unas fotillos de los "Mirror lakes", a ver si adivináis por qué los llaman así...


Esta segunda foto es chula, eh? Aunque todavía lo es más si la ponemos....al derecho!!


Alucina vecina con los reflejos de los lagos de marras, que por otro lado, y en honor a la verdad, son una cosa bastante pequeña y bastante turística de las de párate-en-el-arcén-echa-un-par-fotos-y-sigue-tu-camino.

Después de los lagos, nos paramos unas cuantas veces más, porque como ya digo el paraje lo merecía:



Esta última la pongo por dos motivos: 1) Como prueba documental de mi presencia en Nueva Zelanda (hasta ahora he puesto muchas fotos pero yo no salgo en ninguna, así que a estas alturas muchos ya estaríais pensando que lo más cerca que he estado de Nueva Zelanda es en la página de Wikipedia) 2) Para que veáis lo buen mozo que soy (puedes estar orgullosa, mamá, un beso!)

La siguiente foto está titulada "Juan Sin miedo":


...aunque a decir verdad, no sé como se llamaba el pájaro (se lo pregunté pero no me lo dijo). El caso es que, tanto paramos, tanto paramos, que al final casi no llegamos al barco que teníamos contratado para navegar por los fiordos, y de hecho tuvimos que echar una carrera bastante seria desde el aparcamiento hasta el muelle (a alguien le suena? Budapest, Atenas...si me dieran un euro por cada ciudad en la que he tenido que correr para llegar a un sitio...pues seguiría igual de pobre, la verdad, pero por lo menos un par de cañas sí que me tomaba).

Milford Sound, Piopitahi, la octava maravilla del mundo, al menos a ojos de Rudyard Kipling. 265 metros de agua en el punto de mayor profundidad (lo cual, para un fiordo, no está nada mal) y el fiordo más visitado de Nueva Zelanda junto con Doubtful Sound, el "Fiordo Sospechoso", fiordo este en el que parece James Cook se acojonó y tuvimos que venir los españoles (si es que siempre tenemos que acabar haciéndolo todo...) a descubrirlo (al mando, eso sí -también como casi siempre- de un italiano -ay no, calla, que se me olvidaba que Colón era catalán-, en este caso Alejandro Malaspina)

[No es enfadéis conmigo desde Catalunya, sabéis que las bromas las hago con cariño ;-)]

El día, que en las fotos parece muy bonito:


fue de los peores que se recuerdan en Nueva Zelanda, en cuanto nos alejamos un poco de la orilla y nos adentramos en el fiordo, aquello se puso más negro que la boca del lobo y estuvo diluviando durante todo el tiempo, no había quien permaneciese en cubierta. Luego, de vuelta a la costa y de vuelta el solecillo. No negaré, sin embargo, que navegar por un fiordo, entre montañas, con mal tiempo tiene también su gracia, aunque la visibilidad era bastante reducida.

A lo largo del trayecto vimos cascadas varias


y en algunas el capitán, que estaba like a goat, nos metió debajo, pero literalmente!


Vale, esta era pequeñita, reconozco que no impresiona mucho...pero, jo, también nos metió en otras más grandes y nos mojamos. Que sí, que es verdad! También vimos bastantes focas:


(no hay que olvidar que la parte sur de Nueva Zelanda está a apenas 3 horas de vuelo de la Antártida) y en general, a pesar de las inclemencias climatológicas, pues la cosa estuvo bastante bien.

Para rematar el día, caminata de 3 horas hasta el Lago Marian. Ya, ya estoy viendo que alguno salta "3 horas? Ni de coña, esto como cuando Víctor nos dijo que habían hecho 10.000 km en Italia" -joder Víctor, es que ahí te sobraste macho-. Pues no creáis que no estoy preparado para acallar a los escépticos:


Toma del frasco, Carrasco. 3 horas. Y no lo digo yo, lo dice el "Departament of Conservation". El camino fue bastante sufrido, un par de rampitas, que diría Marcial, y además en medio de bosque cerrado, sin poder disfrutar de las vistas en ningún momento. Pero yo, que queréis que os diga, disfruté como un enano, este tipo de caminatas me gustan un montón. Y además, creo que el lago merecía el esfuerzo, era un sitio realmente idílico:


Esta foto, a los "Facebuqueros" ya os sonará. Y como le prometí al señor De Benito, tengo una foto (aún) bastante más bochornosa, y creo que este es exactamente el lugar y el momento de publicarla:


En efecto, se trata de la típica foto de "vamos a hacer como que me baño y quedo como un machote, pero date prisa en tirar la foto que hace un frío de pelotas". La verdad es que luego me arrepentí de no haberme bañado, igual que, seguro, me habría arrepentido (y probablemente mucho más) en caso de haberlo hecho. Es una de esas situaciones que se adaptan a la perfección a, para mi gusto, una de las mejores frases de la historia de la literatura (con permiso de Marías :p). Con esa frase, de "El extranjero" de Camus, os dejo hasta la siguiente cita con las Cróoooonicaaaas Neoooooozelandesaaaas! (tachan!)

«Si uno anda despacio, corre el riesgo de una insolación. Pero si anda demasiado aprisa, transpira y, en la iglesia, pesca un resfriado.» Tenía razón. No había escapatoria.

sábado, 21 de febrero de 2009

Here comes the sun

Eres mi luz
Eres mi guia
Tinieblas rotas
Sol de mi vida...
¿Dónde te escondes?
¿Por qué me evitas?

Estoy aquí,
Aquí a tu lado.
También te espero...
Extiende tu mano...

¡Ahhh,
Me quemas!



Tan solo...
Te amo.
No...
Tan sólo
Te amo.
















Audio: Ladder to the sun (Coldplay), Sunburn (Muse)

viernes, 20 de febrero de 2009

Las Crónicas Neozelandesas. Día 2: Te Anau

- ¿Quierés que te cuente un secreto?
- ¡Vale!
- Pero es un secreto muy bonito...me tendrías que dar a cambio tu colección de canicas.
- Mmmm...no sé...
- ¡Venga, que te gustará mucho! ¡Ya verás cuando te lo cuente!
- Bueno, va...aquí tienes...¿cuál es el secreto?
- Pues... ¡que los Reyes son los padres!
- ¡¡Pero será hijoputa!!

(Conversación ficticia)


La nave se mueve, lenta, inexorable, rasgando las tinieblas que la envuelven, oscuridad casi absoluta, sólo interrumpida por las pequeñas constelaciones que aquí y allá salpican el cielo, como si de manchas de pintura se tratase. Si extendiese la mano, podría tocarlas, pero no quiero alterar en nada la magia de la que estoy siendo testigo. El silencio también es total, salvo por el golpeo periódico del remo sobre las aguas.

Estoy en las cuevas de Te Anau (conocidas por los antiguos maoríes como Te Ana-hinatore , "las cuevas fosforescentes"), y lo que veo a mi alrededor no son estrellas, sino luciérnagas. Os podéis hacer una idea del panorama con la foto de arriba, que si bien no es mía (no estaba permitido hacer fotos y yo casi siempre soy un chico de lo más obdiente, así que la he sacado de internet), si que se parece bastante o incluso mucho a lo que allí ví.

Si a estas alturas de la película estás pensando que la luciérnaga es un bicho fantástico y piripitiflaútico y te estás planteando encargar 7 docenas en e-Bay...



...think twice! Sí, lo sé soy un cabronazo, me he cargado toda la magia del asunto de un plumazo , pero estoy en mi obligación de informar al mundo del ser tan teremendamente asqueroso que es la luciérnaga. Y no porque me hayan hecho nada, pero es que luego hay otros pobres animales, como el sapo cornudo del Brasil, con fama de repulsivos y que no le llegan a la luciérnaga ni a la suela del zapato. Me viene a la mente otra coplilla (no temáis, se me están empezando a acabar) que reza así:

- ¿Por qué encubriste, gusano,
La fealdad de tus formas,
Con ese corsé dorado
Y esas alas primorosas?
- Vestíme - dijo el insecto -
Con alas de mariposa
Porque así no hay en la vega
Nadie que me reconozca
Y las mismas flores castas
Que retiraban sus hojas
Al contacto de mi baba venenosa
Hoy ciegas, embelesadas,
Al resplandor de esta pompa
Me ofrecen incautamente
Sus virginales corolas...
¡Sin sospechar que las robo
la rica miel que atesoran!

Cuantas veces (afortunadamente, no siempre) en la vida pasa eso, que las cosas no son lo que parecen, que una forma hermosa encierra un fondo de belleza dudosa, no es oro todo lo que reluce, y tampoco en el caso de la luciérnaga, que brilla únicamente para atraer a sus presas, ignorantes de la invisible, fatídica telaraña que entre ellas y la misteriosa luz se extiende, inconscientes también que bajo el hermoso reclamo de la luz centelleante se esconde un bicho que le daría asquete hasta a Felix Rodriguez de la Fuente, por poner el tío más amante de la naturaleza que me viene a la cabeza.

En fin, segundo día de viaje y día de transición. Muchos kilómetros con el coche y poca chicha, a parte de las mencionadas cuevas, para llegar hasta las cuales había que atravesar el lago Te Anau, segundo más grande de NZ y con un atardecer bastante chulo, como se puede apreciar en la siguiente fotografía tomada desde el barco:


La propia isla de las cuevas tampoco estaba mal, bosque profundo hasta la misma linea de playa:

aunque la verdad es que tampoco nos dejaron demasiado tiempo para triscar por ahí. A parte de eso, yo también destacaría el desayuno que nos pimplamos:


pero claro, esta es una elección muy personal y puede que a vosotros os de bastante igual ver una foto de un plato de huevos fritos con salchichas. Pero como quien escribe el blog soy yo, pues esto es lo que hay.

Y como ya son la 1.30 y estoy más cansado que una mula (que una mula cansada, se entiende), por hoy lo dejo...volveremos próximamente con las Crónicas Neozelandesas, 6 more chapters yet to deliver!

jueves, 19 de febrero de 2009

MiEdO




Quite an experience to live in fear, isn't it?
That's what it is to be a slave.
I've seen things you people wouldn't believe.
Attack ships on fire off the shoulder of Orion.
I watched C-beams glitter in the dark near the Tannhauser gate.
All those moments will be lost in time, like tears in rain.
Time to die.


Siempre me ha intrigado por qué Rutger Hauer (que durante toda la película ha demostrado ser un tipo con bastantes pocos escrúpulos -bueno, me refiero a su personaje, Roy Batty no tengo nada contra el señor Hauer) no deja que Harrison -Deckard- Ford (que, además, durante toda la película no para de joder la marrana) se estampe contra el suelo (además así nos ahorraríamos la cara de "¿pero que me estás contando?" de Ford mientras Hauer lanza su monólogo, careto que es lo único que ensombrece mínimamente el por lo demás magistral final de la película). La interpretación evidente es que el replicante sin sentimientos que es Batty logra, finalmente, al contempar la vulnerabilidad y el terror de Deckard ante el final inevitable que le aguarda, empatizar con el policía, dándose cuenta de que ellos dos, en el fondo, no son tan diferentes. Salva por tanto a Deckard igual que querría que alguien le salvase a él mismo. Por otro lado, siempre hay que tener en cuenta también ese extraño respeto que se suelen tener los enemigos acérrimos, sobre todo cuando lo son obligados por las circunstancias y, aún más, cuando los dos sobreviven el tiempo suficiente como para cogerse cariño. Quizá uno de los máximos exponentes de ese respeto del que hablo lo encontramos en Heat, ese máginifico vis a vis entre dos de los más grandes, Al Pacino y Robert de Niro. Sin embargo, no me parece a mi Batty tipo que respete demasiado a nadie, es demasiado ególatra como para eso.

Me da hoy por pensar (mañana es posible que piense de manera diferente, soy voluble cual pluma al viento) que tal vez Batty salva a Deckard precisamente en un acto de egolatría. Todos esos momentos se perderán como lágrimas en la lluvia... pero no, Batty no se resigna a que se pierdan, no se resigna a que su paso por el mundo quede borrado de un plumazo, a su intrascendencia. Aceptar que uno no es más que una gota de agua en el infinito océano del tiempo, desde luego, no es fácil. De este modo, salvar a Deckard sería la única manera de intentar perpetuar su recuerdo. Poniendonos poético-trascendentales, podríamos decir que salvando a Deckard se está salvando a sí mismo.

Podría aprovechar ahora (dado que esta entrada se titula MiEdO) para hablar del miedo a la muerte, que es una cosa (no nos andemos con eufemismos) bastante jodida (me refiero al miedo, pero sospecho que la muerte en sí también la podríamos calificar de "jodida".) Si uno piensa durante un cierto tiempo en la muerte y en lo que ella implica, es inevitable que le sobrevenga el vértigo:

Nada después de la nada
Nada reír, nada llorar,
Ni padecer, ni gozar...

Nada. Nada de nada. Y además, nada por siempre jamás, por los siglos de los siglos. Es duro, sin lugar a dudas. Esto de "los siglos de los siglos" tiene, no soy ajeno a ello, connotaciones muy religiosas. Pero también las tiene el pequeño poema que he puesto (del cual, nuevamente, ignoro el autor e incluso tengo mis dudas razonables acerca de si el segundo verso guarda algún parecido con la realidad):

...Grandísimo desatino,
Más para mí tan divino
Por fin la nada alcanzar

Esto me hace pensar si no será que al bueno de Batty lo que le pasa es que no quiere irse a la tumba con una (otra) muerte sobre su conciencia, si de repente, ante la proximidad del final no tendrá la necesidad de realizar una buena obra, si no por una motivación religiosa, sí al menos para justificar su existencia o para compensar todo el daño que ha hecho esos últimos días, que salga algo bueno de entre lo malo, como en la caja de Pandora, también porque lo blanco y lo negro no existen, y volvemos a Platón.

Y volviendo a los últimos días de Batty, y volviendo al miedo, es precisamente eso, el miedo, el miedo al tiempo que se acaba, lo que convierte al replicante en un monstruo. Y es que cuando tenemos miedo normalmente tomamos las decisiones equivocadas o, aún peor, nos quedamos paralizados, sin respuesta cuando precisamente más necesaria sería. Pero voy a dejar de hablar, porque mejor que yo lo dice Javier Marías en Mañana en la batalla piensa en mí. Lo siento, voy a poner un fragmento un poco largo, pero es que no puedo contenerme:

[...] Eso es lo que el pánico hace y lo que suele llevar a la perdición a quienes lo padecen: les hace creer que, dentro del mal o el peligro, en él están sin embargo a salvo. El soldado que se queda en su trinchera sin apenas respirar y muy quieto aunque sepa que en breve será asaltada; el transeúnte que no quiere correr cuando nota que unos pasos le siguen a altas horas de la noche por una calle oscura y abandonada; la puta que no pide auxilio tras meterse en un coche cuyos seguros se cierran automáticamente y darse cuenta de que nunca debió entrar allí con aquel individuo de manos tan grandes (quizá no pide auxilio porque no se considera del todo con derecho a ello); el extranjero que ve abatirse sobre su cabeza el árbol que partió el rayo y no se aparta, sino que lo mira caer lentamente en la gran avenida; el hombre que ve avanzar a otro en dirección a su mesa con una navaja y no se mueve ni se defiende, porque cree que en el fondo eso no puede estarle sucediendo de veras y que esa navaja no se clavará en su vientre, la navaja no puede tener su piel y sus visceras como destino; o el piloto que vio cómo el caza enemigo lograba ponerse a su espalda y ya no hizo la tentativa última de escapar a su punto de mira con una acrobacia, en la certidumbre de que aunque lo tuviera todo a favor el otro erraría el blanco porque esta vez él era el blanco. 'Mañana en la batalla piensa en mí, y caiga tu espada sin filo.' Marta debía de estar pendiente de cada segundo, contándolos mentalmente todos, pendiente de la continuidad que es la que nos da no solamente la vida, sino la sensación de vida, la que nos hace pensar y decirnos: 'Sigo pensando, o sigo diciendo, sigo leyendo o sigo viendo una película y por lo tanto estoy vivo; paso la página del periódico o vuelvo a beber un trago de mi cerveza o completo otra palabra de mi crucigrama, sigo mirando y discerniendo cosas —un japonés, una azafata— y eso quiere decir que el avión en que viajo no se ha caído, fumo un cigarrillo y es el mismo de hace unos segundos y yo creo que lograré terminarlo y encender el siguiente, así que todo continúa y ni siquiera puedo hacer nada en contra de ello, ya que no estoy en disposición de matarme ni quiero hacerlo ni voy a hacerlo; este hombre de manos tan grandes me acaricia el cuello y no aprieta aún: aunque me acaricie con aspereza y haciéndome un poco de daño sigo notando sus dedos torpes y duros sobre mis pómulos y sobre mis sienes, mis pobres sienes —sus dedos son como teclas—; y oigo aún los pasos de esa persona que quiere robarme en la sombra, o quizá me equivoco y son los de alguien inofensivo que no puede ir más de prisa y adelantarme, tal vez debiera darle la oportunidad sacando las gafas y parándome a mirar un escaparate, pero puede que entonces dejara de oírlos, y lo que me salva es seguir oyéndolos; y aún estoy aquí en mi trinchera con la bayoneta calada de la que pronto tendré que hacer uso si no quiero verme traspasado por la de mi enemigo: pero aún no, aún no, y mientras sea aún no la trinchera me oculta y me guarda, aunque estemos en campo abierto y note el frío en las orejas que no llega a cubrirme el casco; y esa navaja que se aproxima empuñada todavía no llegó a su destino y yo sigo sentado a mi mesa y nada se rasga, y en contra de lo que parece aún beberé otro trago, y otro y otro, de mi cerveza; como aún no ha caído ese árbol, y no va a caer aunque esté tronchado y se precipite, no sobre mí ni sus ramas segarán mi cabeza, no es posible porque yo estoy en esta ciudad y en esta avenida tan sólo de paso, y sería tan fácil que no estuviera; y aún sigo viendo el mundo desde lo alto, desde mi Spitfire supermarino, y aún no tengo la sensación de descenso y de carga y vértigo, de caída y gravedad y peso que tendré cuando el Messerschmitt que se ha puesto a mi espalda y me tiene a tiro abra fuego y me alcance: pero aún no, aún no, y mientras sea aún no puedo seguir pensando en la batalla y mirando el paisaje, y haciendo planes para el futuro [...]

He comenzado esta entrada con seguramente uno de los mejores finales de la historia del cine y acabo con uno (en mi opinión) de los mejores comienzos de la historia de la literatura (y no soy familia de Marías, que quede bien claro). La rueda ha dado la vuelta entera y tengo la sensación de que no he dicho nada, nada de lo quería decir, nada original.

La rueda ha dado la vuelta entera y quizá la conclusión o lo que quiero decir o lo que tengo en mente sea eso, que todo esto del miedo es como una rueda, como un círculo vicioso en el que una vez has entrado ya no puedes salir. Y es que si te dejas llevar por el miedo las probabilidades de que acabe ocurriendo lo que temes aumentan exponencialmente.

Y eso, claro está, da mucho miedo.

Audio: Fear of sleep (The Strokes) o Tengo Miedo (Rocío Jurado). Cada cual que escoja la que quiera.

domingo, 15 de febrero de 2009

Otro comienzo


Esta será la libreta de las cosas que no puedo decir, de las verdades inconfesables, de las que abrasan por dentro mientras buscan una salida que no nos atrevemos a darle. La libreta de las cosas en las que no quiero volver a pensar, quizá escribiéndolas me libre de ellas, tal vez el papel se convierta en una cárcel de la que ya nunca puedan escapar para volver a atormentarme. Será la libreta de mis frustraciones, de las cosas que nunca hice, de las conversaciones que nunca tuve, de las palabras y los actos que no encontraron su espacio y su tiempo, cosas que tal vez nunca diré o ni siquiera diría fuera de aquí. De las explicaciones no pedidas, de los reproches no formulados, de los sentimientos contenidos. Situaciones imaginarias y por ende perfectas, controlables, maleables a mi antojo, ideal platónico irrealizable, fuente inicial de profunda satisfacción, inevitablemente seguida de la más honda de las desdichas.

Será, también la libreta de las grandes mentiras, la libreta de quien no soy y no puedo o no me atrevo (o tal vez no quiero) ser. La libreta donde decir "Te odio" aunque no lo sienta (pero también "Me odio", aunque a nada conduzca). La libreta donde decir "Te quiero" aunque sea tarde, o pronto o sean palabras vacías. La libreta de la esperanza fallida y de los buenos propósitos inconclusos, si no olvidados. La libreta de mis dudas y temores más profundos, miedos infantiles o incluso heredados, transmitidos generación a generación de manera involuntaria, quizá inadvertida, seguro evitable. La libreta de mis defectos, aquellos que más daño me hacen por indeseados e incorregibles. La libreta de mis limitaciones, hasta aquí sí, más allá de aquí no, por qué, porque no.

Hay tantas cosas que necesito escribir...quiero abrirme en dos y sacar todo lo que llevo dentro. No puede ser un corte limpio, es necesario que sea un desgarro, brutal y traumático. El resultado será una libreta para la que

sólo
                                       me falta
un                            
             comienzo.

Y tal vez, como en la Caja de Pandora, cuando todo haya salido...quede algo bueno.

Audio: Neutral Milk Hotel -- Two headed boy

Las Crónicas Neozelandesas. Día 1: Mt Cook

Suddenly, as my eyes got on a level with the top, so that I could see over, I was struck almost breathless by the wonderful mountain that burst on my sight. [...] Mont Blanc himself is not so grand in shape, and does not look so imposing. Indeed, I am not sure that Mount Cook is not the finest in outline of all the snowy mountains that I have ever seen. [...] No one can mistake it. If a person says he thinks he has seen Mount Cook, you may be quite sure that he has not seen it. The moment it comes into sight the exclamation is, “That is Mount Cook!” — not “That must be Mount Cook!” There is no possibility of mistake. There is a glorious field for the members of the Alpine Club here. Mount Cook awaits them, and he who first scales it will be crowned with undying laurels: for my part, though it is hazardous to say this of any mountain, I do not think that any human being will ever reach its top.

Samuel Butler (in "A First Year in Canterbury Settlement", 1863)


La historia del Monte Cook es la historia de Aoraki. Aoraki y sus tres hermanos, los hijos de Rakinui (el Padre Cielo), se encontraban de viaje por Papatuanuku (La Madre Tierra) cuando sobrevino el desastre y su canoa encalló en un arrecife y volcó. Los viajeros subieron a lo alto de la canoa y después de un tiempo, el viento del sur los congeló y los convirtió en piedra. La canoa se convirtió en la Isla Sur de Nueva Zelanda (cuyo nombre en maorí es precisamente "Te Waka a Maui", es decir "la canoa de Maui" -aunque Maui era otro tipo con su propia leyenda, pero lo bueno de los mitos es que tampoco hay que pedir que sean consistentes...lo que si parece claro es que la isla Sur es una canoa, fuera quien fuera su propietario.) Mientras, Aoraki, que era el más alto de los hermanos, se convirtió en el majestuso Monte Cook, con sus tres hermanos y el resto de la tripulación conformando los otros picos de los Alpes del Sur.

La historia del Monte Cook también es, desde este año, la mía y la de mi padre (para quién no lo sepa mi padre, ni corto ni perezoso, se vino a las "antídopas" a viajar con su retoño, useasé yo. Oceanía entera tembló durante 8 días ante tal combinación). Nuestro primer día de viaje nos llevó hasta esta mole de 3754 metros, con nieves perpetuas y glaciares y toda la pesca. Yo iba un poco cansado, porque la noche anterior salí por Christchurch con un onubenese de Sevilla que conocí en el albergue. El tío andaba preocupado porque atraviesa una mala racha (CASI un mes decía el tío que llevaba "sin mojar"...yo desde luego, esa racha la firmaba), e intentó solucionarlo mediante la conquista de algún ser humano femenino (y neozelandés para más inri). Hasta 4 veces 4 lo intentó el tío, con un éxito que podríamos calificar (sin temor a equivocarnos) de nulo, y es que con su atrevido estilo hispalense no logró que ninguna de las mozas aguantara a su vera más de 30 segundos (no obstante, hay que reconocerle el arrojo, que ya es algo. Otros ni siquiera podemos presumir de eso.) Pero en fin, esa es otra historia, así que volvamos a la crónica del viaje.

Una de las cosas buenas de viajar con mi padre es que hemos hecho muchas cosas que a mí ni se me habrían pasado por la cabeza, fundamentalmente por mi natural reticencia a la realización de actividades demasiado túristicas y/o no gratuitas (ambas categorías suelen venir de la mano.) Cosas, sin embargo, muy chulas en la mayoría de los casos, y que quedarán grabadas en mi retina. Cosas como...







...un vuelo en avioneta sobre el Monte Cook, aterrizaje en el glaciar incluido. Lo decía en mi anterior entrada sobre Nueva Zelanda, que no creo que nadie (tú tampoco Menendez, confiesa) haya tenido el valor de leerse entera: desde el cielo, todo se ve hermoso. Hermoso con la belleza de lo que uno no tiene, de lo que no contempla sino en contadas ocasiones. Sin embargo, desde el suelo, las cosas también son hermosas, sólo hay que saber mirar con otros ojos.



Lo malo es cuando uno no es capaz de hacer eso, mirar con otros ojos. Lo malo, aún más, es cuando uno siempre ansía estar dónde no está. Suspirando desde el suelo por volar alto. Añorando desde el cielo la sensación de la tierra firme bajo los pies. Condenado, al fin y al cabo, a la más amarga de las infelicidades, que es la del que lo tiene todo y no lo sabe, porque sólo puede fijarse en lo que le falta.

Después de la avioneta, caminata a pie, hasta el borde mismo del glaciar; bueno, en verdad, unos cien metros antes del borde mismo del glaciar un torrente de montaña nos corta el paso. No encontramos ningún vado y además la noche está cayendo, así que volvemos al aparcamiento: aún tenemos que hacer unos cuantos kilómetros para llegar a nuestro siguiente destino. El día ha dado mucho de sí, tanto que se nos ha hecho demasiado tarde: los restaurantes (no digamos ya los supermercados) están cerrados, no queda nadie en la recepción de los hoteles. Exhaustos, paramos en una gasolinera, apagamos el motor y las luces y, con una sonrisa en la cara, nos disponemos a pasar una noche incómoda como pocas...pero feliz como tampoco muchas.



martes, 10 de febrero de 2009

El día más largo

Y aun en el día más largo,
En la oscuridad más profunda,
Cuando todo es abismo,
Y ya nada importa,

Cuando el Todo es la Nada,
Y el vacío me invade,
Y la eternidad de los tiempos
Pesa sobre mi alma...

Aun ese día,
Puedo cerrar los ojos
Y escuchar el silencio.
Sentir como mi corazón late
Y una lágrima resbala por mi mejilla.
Cambiar el pasado
El presente y el futuro.
Encontrar las palabras certeras
Y ser como siempre quise.
Sentir el viento en mi cara
Y extender los brazos
Y volar hasta las estrellas.
Y, en ese momento,
sentir que estoy vivo.

Y entonces abro los ojos
Y la luna ilumina la noche.


Desde Heidelberg, con todo el cariño del mundo.

domingo, 8 de febrero de 2009

Dios los cría...


Lo inevitable ha sucedido: llevo tres días en Heidelberg y ya conozco más españoles que alemanes. Y menos mal, porque si por los alemanes fuera estaría bastante muerto del asco, que no os creáis que a ninguno de los del Insti se les ocurrió preguntarme qué iba a hacer el fin de semana, ya no digamos proponerme algún plan (bueno, seamos justos, uno si que me pregunto.) Y, ojo, eso no significa que no sean majos, que lo son y mucho. Simplemente son alemanes y funcionan de otra manera. Por ejemplo, hubo uno que pasó 5 o 6 veces por delante de mi mesa porque trabaja en el despacho de al lado (es un despacho interior y hay que atravesar el mio para entrar) y no se le ocurrió pararse a presentarse. O tal vez si se le ocurrió pero lo descartó rápidamente, porque estos alemanes en horas de trabajo no se andan con coñas y no paran ni para mear, son la eficiencia personificada (en este caso, llevan la fama y además cardan la lana.) Sin embargo luego coincidimos a la hora de marchar y resultó ser un tío muy simpático.

Lo de haber conocido a la colonia española se lo tengo que agradecer a Bruno, que me puso en contacto con su amiga Cris, una chica super maja (un besito si me estás leyendo, Cris!) que me ha sacado por ahí viernes y sábado noche y me ha presentado un montón de gente. La noche de Heidelberg es divertida e invita al bailoteo (más que nada para evitar que a uno se le congelen las extremidades y se las tengan que amputar, madre mía QUÉ FRIO QUE HACE!) La música que uno puede escuchar por estos lares es exótica y llena de nuevos matices para alguien recién llegado de España. Para muestra, ayer en una fiesta universitaria logré escuchar la siguiente secuencia de canciones (no os preocupéis si alguna no la conocéis, yo es que me he integrado muy rápido):

1) Dame más gasolina (Unknown author)
2) Suerte (Shakira) [Contiiiigo, mi viiiida, quierooo viviir la vida]
3) Volaré (Gipsy Kings) [Volaréeeeeee, uooooh ooooh]
4) Lambada [na niiii, na ni na nii, ni na ni na ni na ni na niiiiiiiii]

Claro, uno no puede sino sentirse mal por los alemanes. Y no lo digo por su horrendo gusto musical (que al fin y al cabo, el nuestro es igual de malo y encima lo exportamos), sino porque en España no recuerdo yo haber escuchado ninguna canción en alemán en los últimos, digamos 28 años (bueno sí, alguna de Ramstein y puede que últimamente Tokyo Hotel pero no mucho más, nada comparable con el enorme tributo del que fui testigo ayer noche.)

Hoy he tenido el "brunch" este del que os hablé el otro día. La verdad es que me ha quedado una tortilla bastante decente (ver foto...no me digáis que no está diciendo "cómeme"), lo cual no estaba nada claro teniendo en cuenta el número de tortillas que había hecho hasta ahora en mi vida, que eran, aproximadamente, más de una y menos de tres. Ha estado bien, aunque, salvo una matemática quebecoise y yo, todo era gente bastante mayor, de 40 y tantos en adelante. En cualquier caso lo he pasado bien y probado cosas típicas de sitios tan remotos como Hungría, Taiwan, Brasil o la propia Canadá. Una cosa que me ha llamado la atención es lo bien que hablaba todo el mundo alemán, yo me esperaba que las conversaciones tuvieran lugar en inglés y de eso nada monada, menos mal que la canadiense tampoco sabía demasiado y eso me ha salvado un poco. Pero incluso había tres estadounidenses, que para esto de los idiomas suelen ser bastante poco receptivos, que los tíos hablaban mejor que Angela Merkel. A ver si me pongo las pilas y me lanzo a la piscina, que es la única manera de avanzar. Hay un programa en la universidad de intercambio de idiomas, con el que te ponen en contacto con alguien que quiera intercambiar alemán por tu lengua (me refiero a tu idioma, no penséis mal, que ya os conozco), seguramente me apuntaré porque es otra buena manera de intentar conversar sin que importe demasiado si pareces estúpido o no.

Bueno, pues por hoy lo dejo, que quiero empezar a escribir también las crónicas neozelandesas (y además si no me voy a quedar sin cosas que contar, que después de una semana ya no pasarán tantas!). Otro día os hablo del instituto y profundizo en lo de la eficiencia de los alemanes (o "como se puede bajar a comer a un sitio que está a 15 minutos de tu despacho, comer, volver al despacho, y en todo ello tardar menos de 32 minutos".) Pero eso será otro día! Mientras tanto, besos y abrazos!

viernes, 6 de febrero de 2009

Heidelberg: preliminary report




Ha sido un dia de locos, pero ya estoy en Heidelberg, sano, salvo y feliz, que no es moco de pavo. El día ha comenzado mal, y no puedo sino admitir que yo mismo me lo he buscado. En uno de mis ya legendarios errores de juicio, he decidido que me daba tiempo a pasarme por la facultad a terminar unas cosas antes de coger el avión (que salía a las 10.10 AM). No os digo a que hora he llegado a la facultad porque unos os reiríais de mí y el resto me pegaríais. El caso es que estaba yo a las 7 a punto de terminar lo que estaba haciendo cuando de repente ha habido un ligero temblor y el horizonte se ha teñido de azul hasta donde mi vista alcanzaba. Dicho en términos menos poéticos, lo que ha pasado es que han llegado las señoras de la limpieza. Pero es que no han llegado una, ni dos, ni siete coma tres: ha venido una auténtica cuadrilla, parecía aquello la convención mundial de la mopa:

- Niñooo, noh va a tené que dehá un minutillo.

Y claro, claro que se lo he tenido que dejar, porque a ver quien es el guapo que se niega. He de reconocer que el espectáculo ha sido grandioso. Para los que no seáis de la facultad, hemos de aclarar que el trabajo desarrollado por las mujeres de la limpieza en el interior de los despachos cada mañana suele, por lo general, comprender una o varias de las siguientes tareas:

1) Vaciar la papelera

Sin embargo, hoy han hecho todo lo humanamente posible y aún más. En el despacho han entrado mopas, plumeros, bayetas, aspiradoras, escaleras (!!) y hasta un perro rastreador (bueno, esto último puede que no; vale, las aspiradoras tampoco... pero las escaleras juro que sí!). Lo de la cantidad de mierda que ha salido nos daría para escribir dos o tres posts, así que no me meteré en eso. El caso es que entre pitos y flautas, el "minutillo" se ha convertido en 20 minutazos y eso me ha hecho trizas el plan estratégico que tan astutamente había diseñado. Sin comerlo ni beberlo (llegué a ser/el chuleta de un barrio/llamado Bel Air) me he encontrado, por tercera vez en un mes, corriendo con las maletas a cuestas entre mi casa y la estación de Sants, para coger el tren al aeropuerto. La primera vez (Madrid) cogí el tren por uno o dos minutos. La segunda vez (NZ) por uno o dos segundos (y no exagero). Esta vez, como no podía ser de otra manera, lo he perdido. Las tres veces salió de casa un hombre envuelto en la más fina y exquisita de las fragancias y entro en el avión un hombre oliendo a cuadra. Así que me he tenido que coger un taxi, a la salud, eso sí, del Ministerio de Ciencia e Innovación. Sin embargo, este ha sido el punto de inflexión porque a partir de ahí todo ha ido rodado.

Especialmente orgulloso estoy de como he aprovechado una hora muerta que tenía en el aeropuerto de Frankfurt para comprarme (4 meses me ha costado) un diccionario español-alemán. Comprar un diccionario en otro país tiene innumerables ventajas; como la de disponer de un bonito apéndice en el que se enseña (en alemán) a redactar cartas formales en castellano o la división de España en comunidades autónomas.

Bueno, el caso es que un avión, dos trenes y a 40-minutes-walk más tarde he llegado a la Residencia de la Universidad. Me han dado un apartamento que es una chulada, la verdad (ver fotos)...y con conexión a internet, que siempre es un punto! Yo pensaba, cuando llegase aquí, intentar compartir piso con alguien por eso de conocer gente y tal...pero la verdad es que esto está tan bien que lo estoy dudando! El domingo he visto un anuncio de que hacen en la Residencia un "brunch" en el que la gente tiene que llevar un plato típico de su pais. Me parece que me voy a hacer una tortilla de patata y como haya gente maja, me quedo por aquí!

Mis primeras impresiones sobre los alemanes:

1) Los alemanes hablan aleman (Asombrose un portugués/de ver que en su tierna infancia/todos los niños de Francia/supiesen hablar francés/"Arte diabólica es/- dijo torciendo el mostacho-/que para hablar en gabacho/un fidalgo en Portugal/llega a viejo y lo hace mal/y aquí lo parla un muchacho!"). Pues eso, que a pesar de mis cuatro meses de curso intensivo estoy super perdido!

2) Los alemanes son unos exhibicionistas. De sobra conocida es la irritante costumbre europea de ignorar uno de los mejores inventos con los que la sociedad del conocimiento nos ha provisto: la persiana. Sin embargo, los alemanes van un paso más allá y también ignoran muchas veces el concepto cortina, así que uno va por la calle y va viendo gente cenando o charlando en sus casas como quien va viendo escaparates o como si fuera Mr.Scrooge en "Cuento de Navidad". También en la Residencia tenemos una ventana que da a la calle y que no tiene ningún tipo de protección intimidatoria (que de un poco de intimidad, I mean -- la ventana es la que se ve en la primera foto). El resto de "guests" (gente extranjera, y por tanto con más sentido común en este aspecto) ha solucionado el problema mediante una gran variedad de métodos (pegar papeles de periódico en el cristal, colgar una toalla,...) que tendré que investigar para ver cuál es el más ventajoso (de aquí seguro que sale un artículo!)

3) Los alemanes no comen. Esta conclusión no es fruto de la observación directa, sino la única explicación para otro hecho sorprendente con el que me he topado: no existen supermercados (o si existen, son clandestinos y sólo la gente local los conoce). Al final esta conclusión, la verdad, resultó ser precipitada, dado que después de 40 minutos andando logré encontrar uno. Pero no os creáis que ahi se acabaron las dificultades, no. Resulta que los alemanes no usan bolsas de plástico: cada cual lleva su mochila y mete allí la comida, o se la lleva directamente en las manos. Existe, eso sí, la posibilidad de comprar bolsas de plástico, pero nadie lo hace y encima yo no me acordaba de como decir "bolsa" en alemán, así que yo también, allá donde fueres haz lo que vieres, me llevé las cosas en las manos, que no se diga. Eso sí, tuve que parar 15 veces durante el camino de vuelta porque se me caía todo, pero salí del supermercado con mi dignidad intacta, que es lo importante. Por cierto, que no he podido evitar comprarme una "Zwiebelsuppe" Knorr, tenbgo unas ganas de probarla a ver que tal está...!

Bueno, pues ya os seguiré contando, que ahora me tengo que ir al instituto! Abrazos y besos und shöne Grüsse für alles!