jueves, 19 de febrero de 2009

MiEdO




Quite an experience to live in fear, isn't it?
That's what it is to be a slave.
I've seen things you people wouldn't believe.
Attack ships on fire off the shoulder of Orion.
I watched C-beams glitter in the dark near the Tannhauser gate.
All those moments will be lost in time, like tears in rain.
Time to die.


Siempre me ha intrigado por qué Rutger Hauer (que durante toda la película ha demostrado ser un tipo con bastantes pocos escrúpulos -bueno, me refiero a su personaje, Roy Batty no tengo nada contra el señor Hauer) no deja que Harrison -Deckard- Ford (que, además, durante toda la película no para de joder la marrana) se estampe contra el suelo (además así nos ahorraríamos la cara de "¿pero que me estás contando?" de Ford mientras Hauer lanza su monólogo, careto que es lo único que ensombrece mínimamente el por lo demás magistral final de la película). La interpretación evidente es que el replicante sin sentimientos que es Batty logra, finalmente, al contempar la vulnerabilidad y el terror de Deckard ante el final inevitable que le aguarda, empatizar con el policía, dándose cuenta de que ellos dos, en el fondo, no son tan diferentes. Salva por tanto a Deckard igual que querría que alguien le salvase a él mismo. Por otro lado, siempre hay que tener en cuenta también ese extraño respeto que se suelen tener los enemigos acérrimos, sobre todo cuando lo son obligados por las circunstancias y, aún más, cuando los dos sobreviven el tiempo suficiente como para cogerse cariño. Quizá uno de los máximos exponentes de ese respeto del que hablo lo encontramos en Heat, ese máginifico vis a vis entre dos de los más grandes, Al Pacino y Robert de Niro. Sin embargo, no me parece a mi Batty tipo que respete demasiado a nadie, es demasiado ególatra como para eso.

Me da hoy por pensar (mañana es posible que piense de manera diferente, soy voluble cual pluma al viento) que tal vez Batty salva a Deckard precisamente en un acto de egolatría. Todos esos momentos se perderán como lágrimas en la lluvia... pero no, Batty no se resigna a que se pierdan, no se resigna a que su paso por el mundo quede borrado de un plumazo, a su intrascendencia. Aceptar que uno no es más que una gota de agua en el infinito océano del tiempo, desde luego, no es fácil. De este modo, salvar a Deckard sería la única manera de intentar perpetuar su recuerdo. Poniendonos poético-trascendentales, podríamos decir que salvando a Deckard se está salvando a sí mismo.

Podría aprovechar ahora (dado que esta entrada se titula MiEdO) para hablar del miedo a la muerte, que es una cosa (no nos andemos con eufemismos) bastante jodida (me refiero al miedo, pero sospecho que la muerte en sí también la podríamos calificar de "jodida".) Si uno piensa durante un cierto tiempo en la muerte y en lo que ella implica, es inevitable que le sobrevenga el vértigo:

Nada después de la nada
Nada reír, nada llorar,
Ni padecer, ni gozar...

Nada. Nada de nada. Y además, nada por siempre jamás, por los siglos de los siglos. Es duro, sin lugar a dudas. Esto de "los siglos de los siglos" tiene, no soy ajeno a ello, connotaciones muy religiosas. Pero también las tiene el pequeño poema que he puesto (del cual, nuevamente, ignoro el autor e incluso tengo mis dudas razonables acerca de si el segundo verso guarda algún parecido con la realidad):

...Grandísimo desatino,
Más para mí tan divino
Por fin la nada alcanzar

Esto me hace pensar si no será que al bueno de Batty lo que le pasa es que no quiere irse a la tumba con una (otra) muerte sobre su conciencia, si de repente, ante la proximidad del final no tendrá la necesidad de realizar una buena obra, si no por una motivación religiosa, sí al menos para justificar su existencia o para compensar todo el daño que ha hecho esos últimos días, que salga algo bueno de entre lo malo, como en la caja de Pandora, también porque lo blanco y lo negro no existen, y volvemos a Platón.

Y volviendo a los últimos días de Batty, y volviendo al miedo, es precisamente eso, el miedo, el miedo al tiempo que se acaba, lo que convierte al replicante en un monstruo. Y es que cuando tenemos miedo normalmente tomamos las decisiones equivocadas o, aún peor, nos quedamos paralizados, sin respuesta cuando precisamente más necesaria sería. Pero voy a dejar de hablar, porque mejor que yo lo dice Javier Marías en Mañana en la batalla piensa en mí. Lo siento, voy a poner un fragmento un poco largo, pero es que no puedo contenerme:

[...] Eso es lo que el pánico hace y lo que suele llevar a la perdición a quienes lo padecen: les hace creer que, dentro del mal o el peligro, en él están sin embargo a salvo. El soldado que se queda en su trinchera sin apenas respirar y muy quieto aunque sepa que en breve será asaltada; el transeúnte que no quiere correr cuando nota que unos pasos le siguen a altas horas de la noche por una calle oscura y abandonada; la puta que no pide auxilio tras meterse en un coche cuyos seguros se cierran automáticamente y darse cuenta de que nunca debió entrar allí con aquel individuo de manos tan grandes (quizá no pide auxilio porque no se considera del todo con derecho a ello); el extranjero que ve abatirse sobre su cabeza el árbol que partió el rayo y no se aparta, sino que lo mira caer lentamente en la gran avenida; el hombre que ve avanzar a otro en dirección a su mesa con una navaja y no se mueve ni se defiende, porque cree que en el fondo eso no puede estarle sucediendo de veras y que esa navaja no se clavará en su vientre, la navaja no puede tener su piel y sus visceras como destino; o el piloto que vio cómo el caza enemigo lograba ponerse a su espalda y ya no hizo la tentativa última de escapar a su punto de mira con una acrobacia, en la certidumbre de que aunque lo tuviera todo a favor el otro erraría el blanco porque esta vez él era el blanco. 'Mañana en la batalla piensa en mí, y caiga tu espada sin filo.' Marta debía de estar pendiente de cada segundo, contándolos mentalmente todos, pendiente de la continuidad que es la que nos da no solamente la vida, sino la sensación de vida, la que nos hace pensar y decirnos: 'Sigo pensando, o sigo diciendo, sigo leyendo o sigo viendo una película y por lo tanto estoy vivo; paso la página del periódico o vuelvo a beber un trago de mi cerveza o completo otra palabra de mi crucigrama, sigo mirando y discerniendo cosas —un japonés, una azafata— y eso quiere decir que el avión en que viajo no se ha caído, fumo un cigarrillo y es el mismo de hace unos segundos y yo creo que lograré terminarlo y encender el siguiente, así que todo continúa y ni siquiera puedo hacer nada en contra de ello, ya que no estoy en disposición de matarme ni quiero hacerlo ni voy a hacerlo; este hombre de manos tan grandes me acaricia el cuello y no aprieta aún: aunque me acaricie con aspereza y haciéndome un poco de daño sigo notando sus dedos torpes y duros sobre mis pómulos y sobre mis sienes, mis pobres sienes —sus dedos son como teclas—; y oigo aún los pasos de esa persona que quiere robarme en la sombra, o quizá me equivoco y son los de alguien inofensivo que no puede ir más de prisa y adelantarme, tal vez debiera darle la oportunidad sacando las gafas y parándome a mirar un escaparate, pero puede que entonces dejara de oírlos, y lo que me salva es seguir oyéndolos; y aún estoy aquí en mi trinchera con la bayoneta calada de la que pronto tendré que hacer uso si no quiero verme traspasado por la de mi enemigo: pero aún no, aún no, y mientras sea aún no la trinchera me oculta y me guarda, aunque estemos en campo abierto y note el frío en las orejas que no llega a cubrirme el casco; y esa navaja que se aproxima empuñada todavía no llegó a su destino y yo sigo sentado a mi mesa y nada se rasga, y en contra de lo que parece aún beberé otro trago, y otro y otro, de mi cerveza; como aún no ha caído ese árbol, y no va a caer aunque esté tronchado y se precipite, no sobre mí ni sus ramas segarán mi cabeza, no es posible porque yo estoy en esta ciudad y en esta avenida tan sólo de paso, y sería tan fácil que no estuviera; y aún sigo viendo el mundo desde lo alto, desde mi Spitfire supermarino, y aún no tengo la sensación de descenso y de carga y vértigo, de caída y gravedad y peso que tendré cuando el Messerschmitt que se ha puesto a mi espalda y me tiene a tiro abra fuego y me alcance: pero aún no, aún no, y mientras sea aún no puedo seguir pensando en la batalla y mirando el paisaje, y haciendo planes para el futuro [...]

He comenzado esta entrada con seguramente uno de los mejores finales de la historia del cine y acabo con uno (en mi opinión) de los mejores comienzos de la historia de la literatura (y no soy familia de Marías, que quede bien claro). La rueda ha dado la vuelta entera y tengo la sensación de que no he dicho nada, nada de lo quería decir, nada original.

La rueda ha dado la vuelta entera y quizá la conclusión o lo que quiero decir o lo que tengo en mente sea eso, que todo esto del miedo es como una rueda, como un círculo vicioso en el que una vez has entrado ya no puedes salir. Y es que si te dejas llevar por el miedo las probabilidades de que acabe ocurriendo lo que temes aumentan exponencialmente.

Y eso, claro está, da mucho miedo.

Audio: Fear of sleep (The Strokes) o Tengo Miedo (Rocío Jurado). Cada cual que escoja la que quiera.

8 comentarios:

  1. Hola Javi. No estoy muy seguro del aumento exponencial del que hablas. Hablar de probabilidades con la muerte es bastante sencillo: p(morir)=1. Para que luego digan que el destino no existe.
    Me ha gustado que tú mismo te has hastiado de tus propias palabras, al ver cómo queriendo llegar a algo hablando de la muerte no consigues llegar a nada, pero ¿a qué otra cosa habrías de llegar hablando de semejante tema? Lo máximo a lo que uno puede aspirar es a soltar chascarrillos populares como los que citas o como:"cuando algunas veces pienso que me tengo que morir, echo la manta al suelo y me harto de dormir". O filosofadas tan célebres como inútiles al estilo de:"uno nunca está muerto, porque si estás estás vivo y si mueres ya no estás, así que estar+muerto son dos estados que no pueden darse juntos."
    Diríase que lo jodido no es la muerte, sino morirse. O que quieras a alguien y se te muera. Es jodido seguir vivo para decirse "nunca más, nunca más". Pero cuando ya nunca más puedes hacerte resonar esas palabras, entonces... cualquier palabra que digas sobre ella se ve incapaz de penetrar.
    El replicante salva a Ford, es verdad. ¿Por qué? Pues porque es una película. En la realidad los dos habrían muerto y allí no habría guionistas ni cámaras. Y entonces habrían sido dos gotas de lluvia verdaderas. En este tema es como si lo verdadero empezara donde acaban las palabras, ¿no?

    Un abrazo

    aleix

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  2. Ja, ja...gracias por el comentario, Aleix! En realidad no pretendía hablar de la muerte, sino del miedo en si, de un modo mas genérico, pero escribí la entrada un poco en plan "brainstorming" y asi fue como quedo. En ese sentido, las probabilidades exponenciales no se refieren exclusiva ni tan solo específicamente a la muerte. La idea es que si tienes miedo de que algo salga mal, seguramente estas favoreciendo que en efecto sea asi...a mi me ha pasado aquí en Alemania; en la primera charla que tuve con dos postdocs salio una idea para hacer algo juntos; al día siguiente, cuando yo todavía ni siquiera había entendido muy bien que es lo que queríamos hacer, me llego un draft de tres paginas con mi nombre entre los autores. Y me acojoné, he de reconocer que me acojoné, pensé que no iba a ser de capaz de dar la talla, que no iba a aportar nada y que la cosa iba a estar prácticamente terminada antes de que yo hubiera ni siquiera entendido de que iba la vaina. Y eso hice que me bloquease, ya no es que no me salieran las cosas es que estaba con un acojone tal que ni siquiera era capaz de intentarlas. Al final me salio un calculillo mas o menos interesante, y ya me tranquilice un poco y ahora, al revés, estoy super motivado y con ganas de hacer las cosas bien.

    De esa experiencia, entre otras cosas, salio una entrada en la que ciertamente me quedo con la sensación de no llegar a ningún sitio... pero bueno, a veces hastiarse de uno mismo también es una cosa muy sana.

    Me ha gustado el chascarrillo, me lo apunto. Y yo tambien estoy de acuerdo de que en la realidad los dos habrian muerto. Pero como en la realidad tampoco (que yo sepa) hay replicantes, vamos a aceptar barco! ;-)

    Un abrazo y gracias por seguir el blog!

    J.

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  3. Rutger Hauer lo hace muy bien, pero si hay alguien emblemático en España en esto de doblar pelis ése es Constantino Romero, y también en este caso demuestra por qué es un grande.

    El replicante, o sea, el más humano de los dos, simplemente tiene miedo a morir. Y trata de evitarlo.
    El Blade Runner sin embargo parece que no lo tuviera, y se juega la vida con su trabajo.

    Al final, como bien dices, lo único que puede hacer Hauer es salvarle la vida a Deckard, que quién sabe si no es él también otro replicante.

    Enhorabuena a los premiados.

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  4. Macho, a Constantino Romero si no existiese habría que inventarlo. Creo que debe ser la persona que más ha hecho por el cine en este país, incluyendo directores, actores e incluso a Enrique Cerezo.

    Me gusta la interpretación que haces del replicante más humano y el humano (puede que también replicante) más autómata, no lo había pensado, pero es verdad que en muchos momentos parece que Deckard tiene horchata en vez de sangre en las venas mientras que Batty, si bien más frío, se mueve en todo momento por una emoción, la de su miedo a morir.

    Al final, la película lo que hace es igualarlos a los dos...en palabras del propio Deckard: "todo lo que él -Batty- quería son las mismas respuestas que todos buscamos: De dónde vengo, adónde voy, cuanto tiempo me queda". Por eso prefiero pensar que Deckard en realidad no es un replicante, porque es en ese caso cuando esa comparación adquiere más fuerza y más significado.

    P.D: Jaja...el sorteo se realizará sin notario alguno en el momento exacto en que el número de personas distintas que hayan dejado un comentario en el blog llegue a 100 (es decir, a efectos prácticos, nunca).

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  5. En el fondo de la película de Blade Runner, como se puede apreciar más en el libro original, está la eterna pregunta de "qué hace humanos a los humanos", y si esas cualidades pueden imitarse artificialmente. Se asume que la "humanidad" está en la capacidad de empatía con otros seres vivos. Por eso aparecen animales en la película: en las preguntas del test Voight-Kampf para detectar a los replicantes, el unicornio con el que sueña Deckard (que podría ser una memoria implantada, deja la duda de si él es o no replicante), los origamis de papel...Hay que recordar que el título del libro es "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?". Roy Batty es egoísta y despiadado porque, como robot, no es capaz de empatizar con el sufrimiento de los otros; sólo busca su propio beneficio. Pero la película deja entrever que los robots poco a poco empiezan a desarrollar sentimientos, y tienen problemas para controlarlos, por falta de entrenamiento social, que en nuestro caso se alcanza en la infancia (eso se ve en cómo Batty parece pasar rápidamente del desconsuelo a la ira ya a la fijación por la venganza). Y sí, en la cercanía de la muerte, en el fondo Batty se humaniza totalmente: siente el terror del fin, y siente ese deseo tan humano de trascendencia. Y acaba comprendiendo el miedo de su enemigo.
    ¿Es la empatía un derivado de la inteligencia? ¿O de la vida en sociedad?

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  6. Ya estaba tardando un Tamarit en hacer un comentario a esta entrada. Yo que la puse prácticamente con la única motivación de saber si me estabais leyendo! ;-)

    Muy interesante la discusión sobre el trasfondo de Blade Runner, del que desde luego sabes mucho más que yo. Por ejemplo, nunca había acabado de entender bien el papel de los origamis (nótese el ingenioso juego de palabras :p).

    Con respecto al tema principal de Blade Runner y a la pregunta que planteas al final de tu post...sin ser ningún experto en conducta animal, me inclino a pensar que el ser humano no es la única especie capaz de mostrar empatía (si alguien sabe algo sobre comportamientos animales presuntamente empáticos, le animo a participar en la discusión)

    En ese sentido, yo vería la empatía como una mezcla de intelegencia + vida en sociedad. Para mí es evidente que la empatía constituye una ventaja evolutiva para una especie gregaria, pero también está claro que no todas los seres que forman sociedades son capaces de sentirla (por ejemplo, las hormigas, no hay que olvidar que la Cigarra casi se muere de frío antes de ser invitada a desgana al hormiguero), sólo los más evolucionados (y, tal vez, sólo el hombre). En ese sentido, una cierta inteligencia parece también un ingrediente básico de la empatía.

    No viene mucho al caso, pero recuerdo haber leído hace cierto tiempo acerca de un experimento sobre el dolor realizado con perros. Resulta que perros que habían sido mantenidos aislados desde su nacimiento, al ser pinchados con un alfiler en la pata, no la retiraban, lo cual parece indicar que, sorprendentemente, el dolor (o al menos la reacción ante él) es una conducta aprendida y fruto de la relación con otros seres de la misma especie. Me inclino a pensar que, de igual modo, es imposible una conducta empática en ausencia de un ambiente social, y todo esto me hace preguntarme cuántas cosas de nuestra naturaleza dependen crucialmente, sin que lo sospechemos, de nuestra interacción con otros individuos. Tampoco viene mucho al caso, pero siempre crei más en el ambiente que en los genes.

    Hale, pues un abrazo fuerte para Santa Bárbara (y otro para Bárbara, ya que estamos;-)

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  7. Muchas gracias, k., por ilustrarnos.

    Yo también veo la empatía como una ventaja evidente de la vida en sociedad, al igual que nuestro amigo SummerRose.

    En cuanto a qué hace humanos a los humanos, y, sobre todo, si se pueden reproducir esas características en un laboratorio (no me gusta el término artificial), yo apuesto por que sí.

    Tal vez ya haya algún caso.

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  8. Jeje, efectivamente un Tama no podía escapar a comentar en este post...¡y por supuesto que leemos el blog!
    Me parece que SummerRose tiene razón en lo que respecta a la empatía como producto de la inteligencia y vida social. Inteligencia porque la empatía requiere la capacidad de representar "al otro" y sus vivencias internas, lo que probablemente está ligado también a la autoconsciencia. Y vida en sociedad porque si no hay otros, no hay otros que representar...
    Y no veo tampoco descabellado el que estas cosas pudieran reproducirse en sistemas suficientemente complejos...como por ejemplo defiende Hofstadter en su libro Gödel, Escher, Bach, que por cierto recomiendo fervientemente.

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